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Juicio al plan del general manager

Todos hemos intentado alguna vez en nuestra infancia montar aquel coche por piezas que, ante el nerviosismo de tenerlo construido por completo para poder jugar con él cuanto antes, nos hemos dejado una pieza cruzada o sin poner por el camino. Conscientes de ese error previo, hemos llegado a ese punto reflexivo en que teníamos que decidir si desmontar el coche para construirlo perfecto, y así estar seguros de poder jugar con el coche que ansiábamos, o tirar para adelante y jugar con el resultado de nuestra omisión del error.

La decisión no sería un problema si mamá no nos hubiera avisado de que en breve había que ir a cenar. Después ya no habría tiempo para el coche ni su montaje, porque sería hora de ir a la cama en el ocaso del día cuando la paciencia de tu progenitora ya no está para historias de juguetes.

Ese momento reflexivo ha llegado para los New York Giants. No este mes o esta temporada, sino hoy, aquí y ahora, mientras lees este artículo, y mientras los Mara y los Tisch, propietarios de la franquicia, se indigestan con las críticas de la prensa de la ciudad en su desayuno.  ¿Es hora de deshacer el juguete y montarlo de nuevo? ¿O de tirar para adelante con el que está a medio construir?

Para responder esta pregunta, lo primero es analizar si el montaje en curso, la construcción de la plantilla actual, se está haciendo de la forma adecuada. O dicho de otro modo, si el plan de Gettleman de este verano tiene pies y cabeza. O chasis y ruedas, si aún estás con el coche de juguete. Según Gettleman el plan se cimentaba en el refuerzo de las trincheras y en la consecución del quarterback de futuro llamado a suceder a Eli Manning durante los próximos años. Y es con el prisma de este análisis cuando uno mira la plantilla y la ve jugar cada domingo. La línea defensiva es incapaz de parar el juego de carrera de ningún equipo, y cede multitud de puntos en los primeros drives. Y la línea ofensiva es eso, ofensiva. A la vista y a los sentimientos de sus aficionados. Por si esto fuera poco, la parte residual del plan era reconstruir por completo la secundaria, que aunque empieza a dar síntomas de mejoría, aún no es completamente fiable. Fue demasiado sacrificio elegir al quarterback de futuro el viciar un draft, el de este verano, renunciando a necesidades básicas que siguen sin cubrirse en la plantilla. Algo que deja aún más en evidencia el dudoso éxito de Gettleman en el draft es el fichaje de Leonard Williams hace días, al altísimo precio de una 3ª y una 5ª rondas. Tras tres defensive tackles draftedos por el equipo en los últimos 3 años, Gettleman ha tenido que hipotecarse por otro, de rendimiento más que dudoso, y por el que tendrá que dinamitar en breve su discurso ante la plantilla por tener que pagarle un buen puñado de millones a un jugador que viene de fuera. Y esto, sin haber sudado apenas la camiseta que otros llevan sangrando durante meses o incluso años.

Daniel Jones (QB) presionado por la defensa de los Dallas Cowboys.

Es en este punto donde el cuerpo me pide coger las instrucciones del juguete y ver en que paso del montaje está el error. Porque tiene que haberlo, y bien gordo, ya que el equipo está exactamente en el mismo punto que el año pasado. Al menos es lo que dice el balance. Y el que quiera justificar un año más de tedio y desesperación de gigantes abnegados con la excusa de haber encontrado a ese quarterback de futuro, es el ciego que no quiere ver del refrán. Daniel Jones, al igual que Kyler Murray en Arizona, Josh Rosen en Miami, Dwayne Haskins en Washington, Baker Mayfield en Cleveland, Sam Darnold en los Jets, e incluso Josh Allen en Buffalo, no puede ser la solución a todos los problemas de un equipo con más agujeros que campo de golf. Y quien ahora esté pensando que Lamar Jackson sí los ha tapado en Baltimore, además de ventajista, está pecando tanto de no conocer la capacidad de John Harbaugh para reconstruir sus equipos año tras año como de olvidar lo que una secundaria de 7 hombres ligeros de los Chargers le hizo parecer a Lamar en los playoffs del año pasado. Un chico de 20 años nunca puede ser la justificación a todas las decisiones ni la solución a todos los problemas que han sido incapaces de solucionar un front office y un staff de entrenadores llenos de personal con canas hasta en los pelos del entrecejo.

Así que tras la dolorosa derrota de los Giants en casa ante los Cowboys, que les coloca 2-7 y a 3 victorias de sus rivales divisionales con sólo 7 partidos por jugarse, la lucha por pelear esta temporada ha terminado. Y ha terminado también con las esperanzas de aquellos a los que sólo las matemáticas les han opacado un drama que se veía venir desde lejos. El plan de Gettleman no funciona. Al menos, no en los plazos establecidos. Una reconstrucción debe durar dos años, tres es un lujo. Pero aquí está mi duda. ¿En qué año de reconstrucción están realmente los Giants si han drafteado a su quarterback de futuro el pasado draft? En estos días se mira mucho a San Francisco y la paciencia que se capitaliza en éxito, pero ¿la reconstrucción de San Francisco realmente duró tres años? ¿Es un espejo en el que mirarse?

Si esperabas encontrar en este artículo la respuesta a la reflexión profunda a la que deben enfrentarse los Mara y los Tisch, me estás sobrevalorando. Pero creo necesario establecer el escenario y las dos direcciones sobre las que deben decidir los propietarios de una de las franquicias más legendarias de la liga y que lleva ya ocho años a la deriva.

Pat Shurmur (HC) y James Bettcher (DC) de los New York Giants.

Si se enfoca el asunto de una forma académica, la reconstrucción está aún en curso, teniendo en cuenta que el primer año de Gettleman y Schurmur se invirtió en tapar agujeros con yeso para ver si se podía competir con Manning. Algo que también nos han vendido esta pasada offseason, pero que se volvió a hacer a remiendos. De esas aguas vienen estos lodos. Pero el caso es que la plantilla al completo parece estar comprometida, se ha construido casi toda la secundaria y se ha conseguido al quarterback de futuro. El problema, la madre de todos los corderos, es si se podrá conseguir en el próximo draft el pass rusher con el que San Francisco cambió el rumbo de su historia reciente. Ganando partidos y eligiendo más allá del pick #8 es más que probable que Chase Young (DE), necesidad imperativa de Nueva York para el año que viene, no esté ya en el big board cuando Gettleman pueda entregar su primera tarjeta en el draft. Sí, que Dios me perdone, hablo de tankear. Los Jets llegan el domingo que viene y son serios rivales a elegir antes que los Giants en el draft, y a llevarse al codiciado Chase Young, el billete a una defensa de élite que este año en San Francisco consiguieron con Nick Bosa. Y a día de hoy, la defensa es el mayor problema. James Bettcher (DC) no es santo de mi devoción, pero esta línea continuista con el proyecto actual me lleva a pensar que con los nombres y el talento adecuados, su planteamiento podría funcionar durante 60 minutos de la manera que ahora funciona durante tres cuartos en casi todos los partidos. Por todo ello, si vamos a por ese billete premiado, el momento es ahora.

Chase Young (DE), uno de los prospects más codiciados del futuro draft.

Por otro lado, siguiendo una línea más transgresora y seguramente visceral, lo que pasa por la cabeza de muchos aficionados de los Giants (mentiría si dijera que no ha pasado por la mía también) es romper con un proyecto que se ha llevado por delante los dos últimos años de la franquicia para construir un coche con el que no se puede jugar, un equipo que sigue sin estar cerca de competir. Pero cómo de grande hacer la ruptura es otro quebradero de cabeza. ¿La solución es romper con todo el proyecto? ¿Con una parte? ¿Se van Gettleman, Schurmur y Bettcher? ¿Sólo dos? ¿Sólo uno? ¿Quién tiene la culpa? ¿La solución es fichar a Jim Harbaugh? ¿A algún head coach universitario? No me gustaría estar en la cabeza de los Mara en este momento. Pero es ahora cuando tienen que decidir si siguen con el mismo proyecto, luchando por victorias para no romper el entorno de compromiso (aunque también de incapacidad) de la plantilla. Y si esperan al próximo draft y la próxima agencia libre, ya con casi 100 millones para gastar, para ver si este proyecto, este plan, puede conseguir que el equipo sea un juguete con el que de verdad los aficionados de los Giants se puedan divertir. 

Pero ese supuesto desembocará en un pick #8, #10 ó #12, a saber, donde la capacidad de impacto del draft se vuelve más imprecisa, y donde se corre el riesgo de volver al mismo estado de sedación deportiva de un equipo con más pena que gloria. Y que además terminaría, un año más tarde, con el proyecto, con Gettleman, con Schurmur, con Bettcher y con la madre de Bettcher. Y a saber si también con contratos tóxicos que lastren a la franquicia, como aquellos que se eliminaron el pasado verano.   

Sea por una vía o por otra, el proyecto urge para ayer. Mamá está a punto de llamar a la cena y los fieles parroquianos de Nueva York no aguantamos más. Pero no sólo por casi una década de bochorno, sino porque se están yendo por el desagüe los bienes más preciados que tiene una franquicia en la NFL, el talento generacional y los contratos rookie de esas estrellas jóvenes elegidas en los últimos drafts. Saquon, Sterling Shepard, Evan Engram, Will Hernández, Daniel Jones, Dexter Lawrence, … Ese es realmente el juguete que todos tenemos miedo de tener que volver a construir desde el principio. Porque tomar la decisión equivocada y llegar tarde a cenar, implicará perder mucho tiempo hasta volver a disponer de las piezas para poder montar el coche. El coche con el que llevamos soñando jugar durante casi ocho años.

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