Publicado por MundoNFL.
Seguro que recuerdas haberte visto envuelto en una situación incómoda por encontrarte con alguien que no querías ni esperabas ver, en una reunión o una fiesta. Una situación en la que los allí inesperadamente presentes teníais un asunto común que conocíais pero no os atrevíais a comentar. Te quieres ir, pero no puedes. Y hablar del tema tampoco es una opción. Sería violento y algo saltaría por los aires. Poco a poco la bola se va haciendo más grande, el nerviosismo aumenta, y el aire empieza a faltar. Tu espacio vital se va reduciendo mientras ves acercarse el momento en el que ya no podrás más y te marcharás de allí sin importante las consecuencias de no haberlo afrontado en su momento.
En la NFL, la incomodidad y la preocupación son monedas de cambio común. Lesiones, bajones de rendimiento, derrotas, … forman parte de la cotidianidad de la liga, pero cada año tenemos equipos inmersos en situaciones menos frecuentes que les irán ahogando poco a poco hasta que tengan que salir corriendo de ellas. Todo sería más sencillo si se plantearan con honestidad desde el primer momento la pregunta adecuada, para darle respuesta y solución lo antes posible.
Estos son para mí el ‘elefante en la habitación’ de algunos de los equipos de la liga, así como la pregunta que deben estar haciéndose esta temporada de cara a la próxima offseason. De responder correctamente a su disyuntiva interna depende gran parte de su futuro como organización.
¿Debe ser este el último año de Kyler Murray en Arizona?
El QB elegido en el pick #1 del draft de 2019 firmó un contrato la pasada offseason con garantías inmensas. De ellas, aproximadamente $69M se los van a pagar los Cardinals sí o sí entre 2022 y 2023. El elefante en su habitación son los casi $90M adicionales que se aseguran automáticamente en el contrato de Murray en caso de lesión, si éste no superara el examen médico del próximo mes de marzo.
Jonathan Gannon, entrenador del equipo, ha dicho que cuenta con Murray para el segundo tramo de temporada, cuando ya debería estar recuperado de su lesión del ligamento cruzado anterior (ACL), pero no será hasta entonces cuando se encuentren realmente ante el problema. Las alternativas no son sencillas: hacerle jugar para ver si merece la pena apostar su proyecto y su gran oportunidad con el QB que eligió otro, o sentarle toda la temporada para buscar un traspaso. Traspaso que difícilmente será lucrativo, por los $35M en salario garantizado que tendrá en 2024, añadidos a las ya citadas garantías ante lesión que heredará el equipo comprador. Cicatriz aparte. Porque cortarle, juegue o no a final de temporada, no parece una opción por los $80M de dinero muerto que supondrían. Los Cardinals no tendrán tanto dinero disponible en el cap del año próximo. Demasiada ingeniería financiera para tapar ese desastre.
Por si todo este quebradero de cabeza fuera poco, el elefante se irá haciendo más grande con cada derrota de los Cardinals y de los Texans, cuyo pick de primera ronda de 2024 consiguieron en el pasado draft. Si ambas elecciones son altas, se les abriría la posibilidad de acceder a cualquiera de los QB top de la próxima hornada, Caleb Williams incluido. Me niego a pensar que un HC novato en la NFL se preste a minimizar la importancia de ganar partidos de cara a su reputación, pero si cuando llegue el momento de poder hacer jugar a Murray, Texans y Cardinals tienen ya su temporada perdida, quizá sea la hora de dejar que otro de sus QB termine la temporada.
¿Cuándo decidirá la familia Jones qué hará con Prescott?
Aunque parece que las ventanas se han abierto tras el destrozo a los Giants en la semana 1 dejando entrar aire fresco, los Cowboys tendrán que enfrentarse al gran dilema de continuar o no con Dak Prescott cuando llegue febrero, o incluso antes. Tras 7 temporadas en el equipo, éste nunca ha superado la barrera de los divisionales, y el año que viene, en su último año de contrato, impactará casi $60M en el cap del equipo. Para entonces, Micah Parsons será ya merecedor de una extensión, Ceedee Lamb jugará con su etiqueta de 5º año de casi $18M, y quizá Tony Pollard con un segundo franchise tag. Y nada de todo esto va a salir barato. Eso obligará a Dallas a reestructurar el contrato del QB y aumentar su compromiso con él a largo plazo, o abrirle la puerta para que entre otro.
Y ahí es donde la cosa se les termina de complicar a los Cowboys. Jerry Jones ha dicho recientemente que “esperamos que Dak esté con nosotros por mucho tiempo”, pero a su vez tendrá que tomar una difícil decisión con su reciente adquisición, Trey Lance. A final de esta temporada debe aplicarle o no la etiqueta de 5º año, por unos $23M. Lo cual ya sería demasiado dinero para una misma factura posicional en la que no hay saldo para dos machos alfa.
Nadie quiere hablar del tema en Dallas, pero si Dak no supera este año la ronda de divisionales, es muy probable que sea el elefante que primero salga por la puerta de la habitación. Y no descartaría que si para el tramo final de temporada la cosa fuera especialmente mal, decidan sacar a Trey Lance al ruedo, para decidir si empezar a pagarle y convertirle en el siguiente en tomar las riendas del equipo de América.
¿Hasta cuándo merece la pena?
El último elefante en realidad son tres. O más bien el mismo pero en diferente momento de su etapa evolutiva. Se trata del quarterback al que has pagado ya demasiado tiempo, al que te vas a arrepentir de pagar y al que te vas a plantear muy mucho si vas a hacerlo, porque su contrato dice que ya toca empezar a hablar de dinero importante. Las etapas se concatenan a medida que vas firmando cada vez cheques más grandes, hasta que la bola te aplasta, porque en ninguna parte del proceso el jugador está a la altura de la confianza y el coste depositado en él. Estoy seguro de que tienes tus candidatos para cada perfil, y hasta quizá hayas adivinado los míos: Kirk Cousins, Daniel Jones y Justin Fields. Calma, que nadie se enfade, quiero explicarme.Kirk Cousins ya ha tenido varios contratos en Minnesota (todos garantizados) para demostrar de qué pasta estaba hecho y hasta donde podía llevar al equipo. Pero tras la decepción del año pasado en wildcards frente a Giants, y con un nuevo régimen en el edificio, hay mucho de qué hablar, empezando por replantearse dónde van a poner el dinero a partir del año que viene. Cousins acaba tras esta temporada su tercer gran contrato con los Vikings, y estos, tendrán que afrontar más pronto que tarde la extensión de Justin Jefferson, que al igual que a Ceedee Lamb, no le entusiasma la idea de jugar el año que viene con la etiqueta de 5º año. Del saldo remanente de ese gran pago, una parte importante tendrá que ir a construir la defensa. Defensa que comenzaron destruir antaño cuando empezaron a pagar a Kirk. Esto casi les obliga a plantearse jugar en 2024 con un QB más barato, quizá rookie. Algo que podría tener sentido si la construcción del resto del ataque se termina de afianzar durante esta temporada. Apostar una nueva gerencia y un nuevo proyecto a la misma carta, por cuarta vez, no parece lo ideal. Aún con todo ello, los $28.5M que dejaría Kirk Cousins en dinero muerto por sus void years, reducen aún más oxígeno de los Vikings, en una habitación que ya no puede haberse quedado más pequeña tras las derrotas de Tampa y Philadelphia.
Por su parte Daniel Jones preocupa. Y mucho. Su desempeño contra Dallas la semana pasada dejó mucho que desear. Su falta de visión y de recursos durante el partido hacen dudar de en qué punto de su desarrollo está, y sobre todo, al ritmo que va a ir creciendo en el futuro. Si la factura va a ser la misma que la de Kirk Cousins, los Giants deberían plantearse muy mucho usar la puerta que dejaron abierta en su contrato para traspasarlo después de la primera temporada. Eso les dejaría $33.3M de dinero muerto y traspasaría $35.5M de salario garantizado al equipo que lo comprara. El hándicap aquí es que si Jones hace una temporada lo suficientemente mala como para que Joe Schoen y Brian Daboll quieran apretar el gatillo, será difícil que alguien lo reclame para el intercambio, por idéntica razón. Pero la temporada se les va a hacer muy larga y el elefante enorme si el jugador no demuestra rápido que lo de la semana 1 frente a Cowboys fue sólo un cortocircuito pasajero. Lo cual no será sencillo viendo que en la semana 3 los Giants van a San Francisco, en la 5 a Buffalo y en la 6 a Miami. Elefantes gigantes.
El que seguro que no esperabais en esta habitación tan calurosa y mal ventilada es a Justin Fields. Pero al igual que sus predecesores, juega para entrenadores que no le eligieron en el draft, la gerencia de la franquicia ha cambiado hace poco y le están poniendo a su alrededor todas las herramientas habidas y por haber. El problema es que al igual que a sus predecesores, podrían faltarle un verdadero gurú que lo guíe en el camino o simplemente talento para mejorar.
En su tercer año en la liga, teniendo que decidir allá por el mes de mayo si aplicarle o no la etiqueta de 5º año ($23M), los Chicago Bears van a ir viendo crecer a su elefante, y tendrán que decidir si Justin es su chico o arriesgarse a una negociación sin etiqueta de 5º año como la que llevó a Nueva York a sobre pagar a Daniel Jones.
Puede que crean que necesitan tener un poco más de información, una última prueba, un último intento, o simplemente al momento financiero oportuno. Pero cada semana, cada derrota, el nudo en la garganta se hace más grande, y el aire más irrespirable. El coste de continuar equivocándose por no afrontar el asunto de forma honesta va mucho más allá de los números del propio jugador. Contratos y años de compañeros élite malgastados, proyectos desperdiciados, y la ilusión de una fanbase hecha añicos. No hay mayor coste en la NFL que el de una mala inversión en un QB durante más tiempo del necesario. Generalmente, si necesitas más información, si no lo tienes claro tras los 3 primeros años, si necesitas darle otra oportunidad, o si crees que necesitas más jugadores de talento a su alrededor, es que ya estás dentro de la habitación. Sentado frente a tu elefante, y desperdiciando mucho más que dinero.