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Los CriptoGiants: alto riesgo, ¿alta recompensa?

Publicado por MundoNFL.

El mundo nunca fue financieramente tan feliz como en 2007. Si querías comprarte una casa, el banco te prestaba cuanto necesitabas y hasta te obligaba moralmente a aumentar tu crédito para que te compraras también el coche, por lo fácil y barato que te lo ponía. Hasta el papeleo era sencillo, porque quien te prestaba el dinero conseguía a su vez su cuota de felicidad en forma de una generosa comisión inmediata. El mundo iba cuesta abajo y en piloto automático, y nada hacía presagiar que aquello fuera a cambiar. Tan cuesta abajo como aquellos Giants que ganaron ese mismo año el campeonato arruinando la temporada perfecta de los Patriots de Belichick y Brady. Entonces, el anillo no dejaba ver la razón del éxito, la casa y el coche impedían ver la hipoteca, y las comisiones y beneficios opacaban un sistema financiero infestado de préstamos que nunca se devolverían. Toda aquella opulencia e imprudencia de excesos durante años, hizo estallar la burbuja al año siguiente, y mostró al mundo la realidad de un sistema tan obsceno como ineficaz, evidenciando el inmenso autoengaño al que se había sometido.

Durante aquellos años, los Giants disfrutaron de su propia época de bonanza y el posterior estallido de su burbuja. A sus 2 campeonatos con Tom Coughlin y Eli Manning le siguió una década de miseria y ostracismo deportivos con un sistema de gestión precario que también se quedó obsoleto. Con él alcanzó mínimos históricos bajo la dirección de Dave Gettleman, que empezó su gestión arriesgándolo todo para conseguir un último anillo a Eli Manning. Fue en aquellos años, ajena a la realidad y a la consideración del resto de la liga, cuando la afición neoyorquina desarrolló un extraño exceso de ilusión (al que ellos llaman hype) y un constante reclamo de la atención perdida como mecanismo de autodefensa. Creó su propio entorno de autocrítica, de la misma manera que surgieron durante la crisis financiera las primeras criptpmonedas, como una alternativa al dinero común. Esa criptomoneda emocional se expandió entre los fans de la gran manzana como las hipotecas de los banqueros en la burbuja, y a pesar de la sucesión de temporadas nefastas el “Giantcoin” nunca se desplomaba. Y todo aquel que no estuviera en aquel nodo, se convertía automáticamente en un hater, incluso si era fan de Giants.

Esa criptomoneda aumentó considerablemente su valor tras la pasada temporada. Los nuevos brokers de John Mara, Joe Schoen y Brian Daboll, han optimizado el paquete de activos que heredaron del régimen anterior para volver a llevar a los Giants no sólo a un balance positivo, sino incluso a ganar un partido de playoff, antes de ser asfaltados por los Eagles en la ronda de divisionales, lo cual no impidió que su criptodivisa dejara de subir. Recuperar la notoriedad y la atención del resto de la liga ha impedido ver que hasta ahora, todo se ha limitado a un control de errores y daños, sobre todo de Daniel Jones, que fue el QB que menos lanzó en profundo la pasada temporada con tan solo 22 pases de más de 20 yardas. Añadamos a eso que fue Saquon Barkley quien llevó el peso del ataque y que los Giants sólo pasaron de 24 puntos en 3 de sus 19 partidos del pasado curso (uno de ellos contra los Colts).

Vaya por delante que me parece una actitud inteligente minimizar riesgos cuando empiezas a invertir en un mercado que desconoces. Lo que no tengo tan claro es si es buena idea cambiar la política de inversión manteniendo el mismo tipo de activos, ya que los Giants han gastado más de $100M de promedio anual en contratos para retener a los jugadores que ya tenían y que se quedaron cortos para competir el playoff. Aquellos con los que ahora esperan dar el paso al siguiente nivel. Daniel Jones ($40M), Dexter Lawrence ($22M), Andrew Thomas ($23M), Saquon Barkley ($10M) y Darius Slayton ($6M), se han convertido en el grueso de la cartera de inversión a corto y medio plazo de los New York Giants. Porque las cantidades que han pagado y la duración de los contratos, en base al dinero que garantizan, invitan a pensar que el objetivo es pegar un pelotazo más pronto que tarde. Pero tendrán que conseguirlo optimizando la inversión en el resto de la plantilla, porque será difícil revalorizar por ejemplo a Daniel Jones pagándole su valor máximo, si no por encima, teniendo en cuenta lo poco que ha demostrado hasta ahora. Ni que decir tiene que esto no aplica con la criptodivisa, ya que Daniel Jones es el nuevo Eli Manning.

Sea como fuere, Schoen ha hecho muchas inversiones muy inteligentes. Ha gastado en valores muy fiables como Dexter Lawrence, Andrew Thomas y Bobby Okereke, ha apalancado el dinero justo y por poco tiempo en Saquon Barkley y Darius Slayton, y ha evitado seguir gastando a futuro en jugadores caros y de dudosa producción como Leo Williams, al cual sigue sin extender su contrato. Pero seguramente está arriesgando todo a activos muy volátiles. Además del alto coste por los 15 TD de pase de Jones de 2022, Darren Waller, que sin duda es un jugadorazo, lleva 2 años sin estar sano toda la temporada (se ha perdido 15 partidos entre 2021 y 2022) y sólo ha superado los 3 TD en una de sus temporadas NFL. Parris Campbell, quien jugó menos de la cuarta parte de sus partidos durante sus primeras 3 temporadas en la liga, ha sido convertido en una de las piezas centrales del ataque, A pesar de sus 5 TD en 4 años.

La ansiedad competitiva que ha generado la victoria de playoff en Minnesota ha convertido el proyecto de los Giants en uno para ganar ahora. Quien dice ahora, dice en los próximos 2 años, pero va a depender del crecimiento sobre todo de los jugadores en los que no han puesto el dinero. El de verdad, porque los Giantcoins ya han comprado una clase del draft que es ciertamente ilusionante, pero que aún está lejos de alcanzar el valor que debería para que los Big Blue puedan competir al más alto nivel. Sobre todo teniendo en cuenta que del draft de Schoen en 2022 (11 jugadores, 2 primeras rondas) sólo Thibodeaux (1ª ronda) y Bellinger (4ª ronda) han mostrado algo parecido a un jugador “inteligente, duro y confiable”, como reza el lema de Brian Daboll. Es mucho suponer que una línea ofensiva con Ezeudu (LG), Jon Michael Smitz (C), Bredeson (RG) y Evan Neal (RT) va a convertirse de golpe en una muralla para Daniel Jones y un generador de autopistas para Saquon. Y probablemente esa presunción de desarrollo exitoso de Daniel Jones y su línea ofensiva sea el criptoactivo más volátil de todos. Lo que sí parece claro es que Evan Neal y JM Smitz son el comienzo de todo para que el ataque pueda optimizar las inversiones de Jones, Waller y Jalin Hyatt (WR, 3ª ronda 2023), así como la de los picks invertidos en el resto del ataque. Afianzar los 2 tackles ofensivos deberá ayudar a los guards, y la OL en su conjunto al juego del QB. Sí, lo sé, estoy a punto de comprar criptodivisas. Pasar a estar en la mitad superior de los ataques de la liga debe ser el objetivo, cualquier otra cosa sería un soberano fracaso. Pero no va a ser tarea fácil ya que los de Nueva York se enfrentarán a 7 de las mejores defensas de la NFL en sus 11 primeros partidos (7 de los cuales son como visitante).

Otro criptogasto es el de Brian Daboll, al que ya nadie discute. Dar por hecho que será capaz de hacer con Daniel Jones lo que hizo con Josh Allen es mucho suponer, ya que la materia prima de uno y otro parece bastante diferente. Así como el ojo que los seleccionó. A los fondos de inversión les costaría mucho invertir en el coach of the year del año anterior, ya que pocos no llamados Bill Belichick han llegado a playoff en la siguiente temporada a conseguirlo. Pero no me hagas caso, porque soy un hater.

La defensa pinta a una apuesta algo menos arriesgada, pero también hay que ser cautelosos, porque Wink Martindale tiene mucho activo que revalorizar . Schoen ha gastado en A’Shawn Robinson, Nunez-Roches y Okereke para tapar el descosido constante que tuvieron los Giants defendiendo la carrera en 2022. Y ha usado su pick más valioso del último draft en Deonte Banks (CB) para dar el giro a la secundaria y que esta pueda ser más agresiva hombre a hombre desde la línea de scrimmage. La referencia es aquella unidad con la que Martindale ya sembró el terror en Baltimore. Además, el training camp ha destapado otra criptosorpresa. Tre Hawkins, otro CB rookie, de 6ª ronda de este año, podría ser el último eslabón que necesitaba la secundaria, para jugar en el lado opuesto de Banks y mandar a Adoree Jackson al slot. McKinney y Jason Pinnock deberían hacer el resto. Las gráficas de Brian Daboll deberían indicar  cuan arriesgado será empezar en los flancos con 2 CB rookies frente a uno de tus rivales directos en la división. Lamento decir que no tengo información privilegiada al respecto. Pero parece que riesgo, hay.

Donde no lo hay es en kicker. Graham Gano (K) es un Bono del Tesoro, te da poco más de lo que te cuesta, pero le da mucho a los Giants. El año pasado fue el causante de un puñado de victorias, y de cara a este año da la tranquilidad de no tener que buscar una pierna nueva, que no es poco. Las decisiones de 4º down cerca de field goal range seguirán siendo sencillas.

Si la criptoinversión de Joe Schoen y Brian Daboll revaloriza una gran parte de los activos de su cartera de 53, los Giants habrán dado un paso importante. Pero este no será en la dirección correcta si Daniel Jones no es capaz de llevar a cabo un crecimiento tan exponencial como el de sus ganancias. La inflación del QB promedio ha sido tolerada en otros mercados durante un tiempo, pero es de las inversiones más ruinosas. En Dallas y Minnesota saben la de tiempo y dinero que han invertido, no sólo en los contratos de sus QB, sino también en los del resto de jugadores de proyectos que no fueron a ninguna parte. Miles de ilusiones truncadas en los domingos negros de wildcards y divisionales. Crack.

La exigencia de hypers y haters en los resultados del desarrollo de Daniel Jones marcará los beneficios reales de una inversión que, a día de hoy, parece tremendamente arriesgada y de difícil ganancia. Dónde pongan los Giants la línea de su éxito, y cuánto aspiren a mejorar al QB a corto plazo, mostrará si Nueva York está ante su deseado pelotazo, o si por el contrario, está ante otro bono basura de productos premium junto con hipotecas que nunca serán pagadas y que se dilatarán innecesariamente en el tiempo. Conformarse con sólo un buen balance o ganar la división para empezar a aspirar al campeonato será la señal inequívoca para John Mara para que la música de la gran apuesta de Schoen y Daboll tenga o no que parar.

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Articulos Pre Season Salary cap

El contrato de Herbert es amor verdadero

Publicado por MundoNFL.

Casi todo el mundo busca en la vida a alguien especial, alguien con quien compartir su vida para disfrutarla aún más, para que saque lo mejor de uno mismo y le acerque un poquito más a la felicidad. La media naranja que dicen. Para encontrarla, nos relacionamos constantemente, buscamos y probamos, con más o menos descanso. Y cuando hallamos en alguien signos de que puede ser esa persona especial, buscamos una forma de vincularnos a ella para no perderla. Ese tipo de estructura emocional inherente a la sociedad en la que vivimos no es muy diferente en la NFL. En ella, esa media naranja, ese amor verdadero, se llama QB franquicia. Los equipos están en permanente búsqueda de ese tipo especial y diferencial que pueda llevarles hasta el último nivel. Relaciones y noviazgos en forma de contrato rookie o de veterano barato para conocer y probar esas relaciones. En ellos, ambos se van pidiendo cada vez algo más para ver si surge la chispa y se demuestra que es lo que el otro busca.

En el caso de Justin Herbert y los Chargers, estos últimos han visto pruebas evidentes de haber encontrado a ese alguien especial tras 3 años de ese noviazgo rookie. Las cenas y paseos por el parque durante 3 temporadas han dejado síntomas evidentes de que era hora de poner un anillo en su dedo en forma de un segundo contrato, ya de veterano, como el de mejor pagado. Esperar a que la otra parte demandara el enlace por las malas ya con la etiqueta de 5º año o el franchise tag podría haber hecho comenzar la relación a largo plazo con más tiranteces de las vistas en otras relaciones del vecindario (en Baltimore saben de lo que hablo). De este modo, la relación se mantiene pura y sana mientras se siguen dando pasos para consolidarla a un coste emocional y económico mucho menor.

La compra de la casa le costará a Justin Herbert comprometerse durante 7 años con el equipo y cederle el control sobre sus derechos durante los dos últimos años del acuerdo, que son los que no tendrá garantizados en ningún momento. Los Chargers le pagarán por extenderlo 5 años hasta un total de $262.5M de dinero nuevo ($52.5M de promedio por temporada). Es importante entender que a Herbert aún le quedaban 2 años de contrato con el equipo de Los Ángeles, puesto que este será su cuarto año de rookie ($4.2M) y el equipo ya había aplicado sobre él la etiqueta de 5º año ($29.5M), para un total de $33.7M que ya estaban completamente garantizados. Ahora, gran parte del dinero que ganará el QB con la extensión se adelanta y aumenta en los primeros años.

La entrada de la casa será un signing bonus (o bono de firma) de poco más de $16M que se pagará a la firma pero se dividirá en 5 años en el cap del equipo, lo que permitirá que la economía familiar de esta relación recién consolidada no se resienta en 2023, (se mantendrá el impacto de $8.5M del QB), ya que para este año hay planes importantes, mientras Austin Ekeler y Gerald Everett juegan en su último año de contrato, y Keenam Allen, Mike Williams y Khalil Mack lo hacen en su último año a un cap razonable. Los 3 pasarán a impactar más de $30M en 2024. Con este acuerdo, Herbert se garantiza hasta $133.7M en el momento de la firma, $100M más de los que ya tenía garantizados en los 2 años restantes de su acuerdo anterior. Si bien el signing bonus es menor que el de Jalen Hurts ($23M) y el de Lamar Jackson ($72.5M), que son los contratos a los que se parece en estructura este que va a firmar Herbert, el gran éxito de éste es haber conseguido tanto dinero garantizado como el QB de los Ravens, que técnicamente estaba en el mercado sin contrato en vigor.

Esa hipoteca de la casa se pagará en forma de salarios base bajos y option bonus razonables completamente garantizados en 2024 y 2025 (hasta esos $133M que estabilizan las finanzas de Herbert durante los próximos 3 años), evitándole jugar bajo la inseguridad que tenía con su contrato anterior de sólo 2 años a bajo coste. A bajo coste para ser un QB de su nivel quiero decir. Esa carga leve en el cap con option bonus, que se pueden repartir como los bonos de firma hasta durante 5 años en el cap, mantiene abierta para los Chargers la via de dar continuidad al proyecto actual durante ese plazo de 3 años.

Ya con el bagaje de varios años de convivencia bajo un compromiso ampliado, y con parte de una hipoteca en curso, llegará la hora de decidir si es el momento de llevar a la pareja al siguiente nivel. Los niños, el coche, la casa en la playa o grandes viajes para disfrutar de su media naranja, para ver si aún queda zumo en la relación. La estructura del contrato aumenta progresivamente el salario base de cada año a partir de 2026, el cual se irá garantizando cada temporada con año de adelanto, es decir, que en 2025 se habrá garantizado el salario de 2026, en 2026 el de 2027, y así sucesivamente. También añade cada temporada un nuevo option bonus que se podría repartir en varios años para aligerar el cap y ayudar a construir alrededor de Herbert. Todo con tal de hacerle feliz. En el amor no se deben escatimar esfuerzos.

Pero esta organización del dinero del contrato y las garantías, abre a su vez otra vía, que permitiría una separación de mutuo acuerdo, ya que el divorcio por las malas ni se contempla por la cantidad de dinero muerto que dejaría. Los Chargers y Herbert podrían separar sus caminos una vez finalizados esos 3 primeros años de contrato, cuando el dinero garantizado se empiece a asignar de año en año y el dinero muerto empezará a ser asumible (unos $27M). Eso sí, tendría que ser consensuado por cuanto que el contrato incluye la No trade clause (cláusula de no traspaso), que permite al jugador no ser intercambiado si éste no quiere, o elegir el destino en caso de que la ruptura sea inevitable. Siempre hay pelandruscas rompehogares que se entrometen en el camino poniendo a prueba las relaciones más estables en forma de lesión grave o plantilla no competitiva. El reparto de los bienes y la custodia de los niños quedan para otro día. No quiero estropear la historia, que íbamos bien.

Así que si todo va como debe, los Chargers y Justin Herbert no deberían verse obligados a renovar sus votos hasta después de 2027 o incluso tras 2028, cuando el contrato deja de tener dinero garantizado por adelantado y las ganancias del jugador habrán quedado desfasadas por la subida del cap. Será entonces el momento de hacer balance de la relación y valorar ampliarla en busca de las bodas de plata. Si la relación sobrevive a lo que a buen seguro será un camino tortuoso por la renovación del roster que van a tener que hacer más pronto que tarde, o si por el camino encuentran la felicidad en forma de trofeo Lombardi, todos recordaremos esta historia como un cuento de hadas de fidelidad y amor verdadero. Mayor aún que la de Phillip Rivers, aunque seguro con menos hijos. Si por el contrario, el proyecto vital que hoy empiezan a construir QB y equipo no mejora el de su predecesor, no dejará de ser otra historia de lo que parecía que podía ser y nunca fue. De esas de las que está llena la implacable historia de la NFL.  

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Los mercados de running backs

Publicado por Crónicas Lombardi.

El tipo de juego en la NFL está en constante cambio, y es tan evidente como que los gerentes y entrenadores de la liga copian a aquellos de sus colegas que acaban de tener éxito. Esos cambios rompen tendencias y generan a su vez otras nuevas que antes o después alguien volverá a desafiar y cambiar.

Uno de los últimos axiomas en ser derribado en estos últimos años ha sido la necesidad de disponer de un backfield dominante para poder dominar el juego y ganar el gran partido. La llegada de una nueva generación de grandes talentos en la posición de quarterback de la mano de gurús ofensivos ha hecho que las estadísticas avanzadas desnudaran lo que ya hoy ni siquiera se discute, que se avanza mejor y más rápido por aire con el pase que por tierra con la carrera. Y que no necesitas un running back élite para competir por el campeonato.

Al parecer, toda esta tendencia bajista de la posición de corredor se ha desplomado en el mercado de esta offseason en la que nos encontramos sumergidos desde febrero. O al menos eso nos han contado. Pero, ¿es realmente así?

En los cientos de artículos que se han escrito en los últimos meses sobre los principales nombres de la posición de corredor en el “mercado de running backs” se han destacado a Josh Jacobs, Saquon Barkley, Austin Ekeler, Dalvin Cook y Tony Pollard. La realidad es que ninguno ha conseguido aún un gran contrato multianual esta offseason. El problema de todos estos nombres es que técnicamente, ninguno de ellos ha salido realmente al mercado.

Si tomamos estrictamente la definición de mercado, este es “un lugar público de venta donde se establece la oferta y la demanda y en el cual se determinan los precios”. Teniendo en cuenta que Jacobs, Barkley y Pollard han sido taggeados, Ekeler aún tiene un año de contrato y Dalvin Cook ha sido cortado en el mes de junio (tras 3 meses de agencia libre con casi todo el pescado ya vendido), afirmar que estos jugadores han llegado a establecerse públicamente como oferta ante el resto de equipos de la liga quizá sea mucho decir. Sobre todos ellos ha habido en todo momento un equipo que mantenía de una manera u otra el control sobre el jugador negándole por completo la salida a algo que pueda equipararse de forma real a un mercado.

La otra parte de la narrativa de este “mercado de running backs“ de la que tanto hemos leído, está en los nombres que sí han salido realmente a la agencia libre porque sus equipos, por una razón u otra, no tenían interés en retenerlos. Miles Sanders (26) y David Montgomery (26) han sido los únicos agentes libres en firmar acuerdos multianuales con al menos $6M de promedio -con cerca de 2 años garantizados-. Tras ellos, Jamaal Williams (28) y Samaje Perine (28) apenas consiguieron acuerdos de 2/3 años en torno a $4M de promedio. Por debajo quedan nombres como Rashad Penny, D’Onta Foreman, D’Ernest Johnson, Latavius Murray o Damien Harris, todos ellos buenos jugadores pero no del nivel del primer grupo que hemos enumerado en el párrafo anterior, y que no han llegado a firmar acuerdos superiores a los $2M de promedio anual. Leonard Fournette (28), Kareem Hunt (28), Zeke Elliot (28), Kenyan Drake (29), JD McKissic (30) o el legendario Mark Ingram (34) son otros de los ilustres nombres que forman parte de la jugosa oferta que el mercado de running backs ha puesto a disposición de los equipos de la liga estos meses. Todos ellos siguen aún sin firmar.    

En la NFL los equipos disponen de herramientas suficientes para retener a sus jugadores si lo consideran oportuno. Por un lado, la posibilidad de llegar a un acuerdo multianual antes de que el contrato del jugador expire con la llegada de la agencia libre, y en caso de no hacerlo, mediante la etiqueta de jugador franquicia, que es un contrato de un año por la cantidad equivalente al promedio de los salarios más altos de la posición. Si juntas los nombres del primer grupo y los salarios del segundo, y a ello le añades que la reciente subida del cap ha desfasado las cantidades firmadas años atrás por los grandes corredores de la liga (lo que convierte el franchise tag en un chollo), tienes la receta perfecta para que los jugadores top de la posición que finalizan contrato, o están cerca de hacerlo, no encuentren el contrato que buscan y que probablemente merecen. Porque, lo merecen ¿verdad?      

Para llegar al meollo de este asunto y averiguar si los equipos deberían pagar o no a los grandes running backs de la liga, y lo que es más importante, si la posición se está yendo a pique en este ciclo de la NFL pasadora he compilado todos los argumentos a favor y en contra que recuerdo haber leído o escuchado estos últimos meses en torno a cuatro parámetros que quizá nos ayuden a definir las posibilidades de jugador o equipo a salirse con la suya en las duras negociaciones que están por venir antes de 17 de julio, fecha límite para las partes de cara a acordar a un contrato multianual. Pasada esa fecha, el jugador ya no podrá firmar nada más que el tag. Y tendrá sólo hasta apenas jugada la semana 10 de temporada para hacerlo, ya que pasada esa fecha sin firmar ningún tipo de contrato, se quedaría sin jugar en 2023.

1. Tipo de jugador

Hace unos días, Saquon Barkley volvió a hablar ante la prensa justo antes de que el equipo se fuera de vacaciones de verano y lanzó un potente mensaje acerca de cómo se sentía ante la circunstancia de verse taggeado y la evaluación del mercado en su posición. La respuesta fue tan evidente como reveladora por cuanto que todos hemos pensado en lo que dijo alguna vez, pero probablemente nunca unimos los puntos para ver toda la situación. Vino a decir que no todos los running backs son iguales. Que ni todos son igual de importantes para sus equipos como Derrick Henry, ni todos los equipos pueden permitirse competir con jugadores de perfil bajo en la posición porque tienen el equipazo que tienen los Eagles o a Mahomes de quarterback. Dejando claro que él había soportado el mayor peso del equipo la temporada pasada y que valoraba incluso no jugar un año si para los Giants él era un jugador de $10M, que es lo que marca el tag para esta temporada.

https://twitter.com/MySportsUpdate/status/1668248391124393986

Hablar de Henry es hablar de mucho más de 300 acarreos por temporada. Casi los que estuvo Saquon en el campo en 2022, menos de los que jugó Jacobs y probablemente menos de los que disputará Pollard este año en vista de los 230 acarreos que deja huérfanos Zeke Elliot en los Cowboys a sumar a los casi 200 que ya tuvo Pollard. Mayor carga de trabajo implica más confianza, pero también más riesgo. Es cierto que la liga empieza a proliferar en backfields por comité pero no parece el caso de Giants, Cowboys, o Raiders si esperan que Jacobs juegue con ellos. Además, si el quarterbak junto al que formarán ya ha pasado por lesiones importantes, y está por dar un paso adelante porque no es élite, necesita más aún la presencia de una amenaza creíble por tierra para cerrar las cajas, vender el play action y estirar el campo.

2. Edad y lesiones del jugador

Los datos revelan que a partir de los 28 años llega el declive de la posición, pero Barkley y Pollard apenas acaban de cumplir los 26. Jacobs los 25. Eso explicaría por qué no parece que conseguirán más de 2 años garantizados  en un teórico nuevo contrato. También fue ese el garantizado que obtuvieron Kamara, Cook, Henry y McCaffrey cuando firmaron por última vez.   

Las lesiones podrían ser otro factor a tener en cuenta pero Jacobs y Pollard apenas se han perdido 1 ó 2 partidos en cada temporada y Saquon, que sí ha pasado por bajas importantes, logró completar la temporada pasada jugando todos los partidos menos el que los titulares descansaron por no jugarse nada en la semana 17. Si Giants, Cowboys o Raiders quieren que sus running backs jueguen un año con el tag no pueden venderlo como un año de prueba, porque tanto por producción como por salud tienen poco que demostrar.

3. Situación del equipo

Esta es la menos obvia pero me parece la más interesante. Dalvin Cook ha sido cortado recientemente por los Vikings, y no ha sido por edad (27) ni por bajo rendimiento (1468 yd y 10TD). Su equipo se encuentra en un reajuste del roster por parte de una nueva gerencia que acaba de llegar y está liberando jugadores veteranos con alto impacto en el cap como Adam Thielen, Dalvin Tomlinson, Zadarius Smith, Eric Kendricks, Patrick Peterson y el propio Dalvin Cook (que iba a ocupar $14M en 2023). Los $32M en dinero muerto que van a tener los Vikings esta temporada sugieren que apostar por Alex Mattison, que va a costar apenas $3.6M, sea un riego menor y más que asumible para un equipo en crecimiento y fuera de ventana de oportunidad.

Los Cowboys puede parecer que están en una situación similar tras dejar ir a Zeke Elliot y Dalton Schultz también por razones de cap, pero Pollard es el Mattison de los de Dallas y pasar al plan C en la posición de corredor no parece entrar en los planes de un McCarthy cuestionado. Además, la percepción de estar un poco más cerca de unos Eagles debilitados por sus pérdidas en roster y cuerpo de entrenadores puede hacerles verse en ventana de crecimiento para ser contender en una NFC que parece estar más abierta que nunca. Por su parte, los Giants, aunque algo más retrasados, también parecen estar en ese proceso de crecimiento para reducir la distancia con sus rivales de división, y visto su dispendio a la hora de pagar a Daniel Jones y Dexter Lawrence, junto con la llegada de Darren Waller y Okereke, parece cuanto menos arriesgado vender la carrera y el play action del quarterback en manos de Matt Breida y el rookie de 5º ronda Eric Gray. En Nueva York el conflicto se agrava con Barkley porque este además es la cara de la franquicia, y si bien Joe Schoen (a juzgar por su pasado en Bills) no parece ser de los que se entusiasme pagando a sus corredores, Brian Daboll podría necesitarle para dar el paso adelante que necesita el juego aéreo del equipo y John Mara, el propietario, para no dar un paso atrás en su venta de camisetas y patrocinios. A veces olvidamos que esto es primordialmente un negocio antes que una competición. 

Caso diferente es el de los Raiders, aunque seguramente el más apremiante. Josh McDaniels va a empezar un nuevo proyecto en su segundo año en Las Vegas y su momento del proceso hace parecer que puede prescindir de Jacobs. Pero la situación con la lesión de Jimmy Garoppolo quizá le impida hacerlo con un corredor capaz de soportar en carga de trabajo y producción la mayor parte de su ataque. Todo ello si el plan no es dejarse llevar hasta uno de los mejores quarterbacks de la próxima clase del draft. Aunque estaría por ver si McDaniels sobrevive a eso.

Los contratos y el cap suelen dar muchas pistas también en este tipo de situaciones. Cowboys está en una situación difícil, con el cap justo para maniobrar durante la temporada pero con la reestructuración de Prescott en el horizonte de la próxima temporada, cuando impactará casi $60M en el cap del equipo. Situación similar tiene Chargers con el contrato inminente de Herbert, lo que hace pensar que Ekeler buscará su último gran contrato lejos de Los Ángeles, de ahí que pueda tener sentido jugar un último año allí por un poco más. Por contra, para Raiders y Giants, extender a sus running backs en contratos multianuales puede ser la forma de abrir cap, ya que están al límite, y evitar reestructurar otros contratos de los que es preferible liberarse a final de temporada como pueden ser los de Chandler Jones y Leo Williams.           

Visto en perspectiva, parece que los running backs élite de 3 downs como los que nos ocupan, se han erigido como necesarios en procesos de crecimiento de equipos con quarterbacks promedio y con poca elusividad saliendo del pocket, o para ayudar a desarrollar a mariscales jóvenes. Pero se han empezado a ver como prescindibles para la última etapa del proceso, cuando ya se ha establecido claramente la ventana de oportunidad como contender, en la cual el coste de este tipo de jugadores es necesario para optimizar otras partes del roster, y para la cual se empieza a ver más evidente la necesidad de disponer de un pasador élite, lo que reduce a su vez la necesidad de talento y protagonismo en el plan de juego desde el backfield.

4. Vestuario y afición

Lo que piensen los entrenadores sobre cuánto necesitan a su running back importa, pero no es asunto menor cuánto lo valoren sus compañeros y cómo perciban estos el trato que les da el equipo. Establecer una cultura ganadora requiere de líderes, y estos a veces lo son. Además, requiere también de discursos creíbles, y no hay discurso más creíble que el dinero. Pagar a tus mejores jugadores de casa de acuerdo a su contribución dentro del campo retroalimenta la motivación de los que entrenan y juegan cada día en busca de su gran día de pago. Romper esa dinámica puede ser devastador para un equipo o el síntoma de que se avecinan cambios, y eso un vestuario lo percibe. Si el discurso de la gerencia es que no se paga a un jugador importante, o que no se paga a los jugadores de las posiciones mal pagadas en el mercado, puede hacer que otros desconecten de la organización y del proyecto. Peligroso.  

De igual manera, hay jugadores que por su personalidad o su juego son más mediáticos, y que probablemente retornarán la inversión a pesar del riesgo que suponga garantizarles una parte mayor del contrato. Algunos propietarios son más sensibles a dejar marchar a sus estrellas por cuanto que pueden priorizar el negocio al proyecto deportivo, aunque no siempre lo hagan de forma consciente.

Apostando por sí mismos

La situación del jugador respecto a estos 4 parámetros definirá la influencia que tiene éste en la negociación frente al equipo, aunque el franchise tag pueda parecer una barrera infranqueable. En 2018 Le’veon Bell desafió al sistema y, tras jugar bajo el tag la temporada anterior, se negó a jugar bajo una segunda etiqueta con los Steelers cuando tenia los mismos 26 años que ahora tienen Pollard y Saquon. Muchos han dicho que dejó de ganar $14.5M por aquella temporada inactivo, lo que sirve de argumento para los que creen que los running backs de este mercado no tienen influencia en sus negociaciones. Pero Le’veon consiguió firmar a sus 27 años un acuerdo multianual con $35M completamente garantizados. Y en mi opinión ganó, aunque su carrera casi se terminara por aceptar jugar para Adam Gase en aquellos Jets, lo que a buen seguro jugó más en su contra que estar un año sin pisar los emparrillados por renunciar a aquel segundo tag. Porque, ¿quién le habría firmado un contrato como ese si se hubiera lesionado o si su temporada 2018 con los Steelers no hubiera sido la esperada?

Los running backs no persiguen un promedio anual enorme, ni muchos años de contrato. No quieren (ni probablemente puedan) firmar por un millón más que el último jugador de su posición que consiguió un contrato. Para un corredor, por el riesgo que conlleva su posición, el garantizado lo es todo, ya que su carrera puede terminarse en el próximo snap. Y porque en la gran mayoría de los casos, el primer gran contrato de veterano es también el último. De ahí que la última hornada de la aristocracia de los running backs esté luchando por la bolsa grande de dinero.

Por todo lo anterior, de los jugadores depende tensar la cuerda y demostrar que tienen más poder en esas negociaciones de lo que se ha hecho creer. El mercado se ha cerrado tanto para jugadores como para equipos, porque a ninguna de las partes le quedan alternativas fuera de su edificio, lo que ha reducido el mercado general a sólo el del propio equipo. Es en ese contexto en el que se lleva negociando durante semanas y en el que se negociará durante el próximo mes, y en el que perderá el que antes ceda la mano en base a sus miedos y necesidades.

Cuando los equipos hablen de los bajos contratos de la agencia libre, los jugadores defenderán el status de su posición tanto con los picks de Bijan Robinson y Jahmyr Gibbs en el draft como con los contratos de los supervivientes Kamara y Henry que, pese a los rumores, no han sido cortados porque sus equipos siguen esperando su importante y necesaria contribución. Cuando los gerentes hablen de una liga de grandes quarterbacks pasadores que no necesitan de grandes corredores para ganar la Superbowl, los running backs se defenderán aludiendo a que no hay mariscales de campo de alto nivel para todos. Los general managers y entrenadores que sólo dispongan de quarterbacks de nivel medio o de uno joven en desarrollo tendrán que valorar cuánta responsabilidad quieren poner en sus manos por ahorrarse unos pocos millones de su propietario a costa del riesgo de su reputación. Éstos hablarán de lo fácil que es reemplazar a estos corredores, sabiendo el riesgo que conlleva apostar por otros en el ocaso de su carrera, o sin la madurez y el talento que desnuda el pick de ronda tardía en la que los eligieron.

Ambos lados de la mesa saben que nadie encaja en el equipo tan bien y tan rápido como los jugadores que ya jugaron en el equipo. Pero en los negocios todo vale para ahorrarse o conseguir un dólar extra. Y aunque llegará un momento futuro del proceso en el que el equipo jugará al son de un QB élite que podrá tirar del equipo sin un corredor premium, mientras esto no sea una realidad, crecer desde la carrera reduciendo riesgos y controlando el reloj será una necesidad.

Estos próximos días, el futuro de la posición de running back podría estar ante un momento decisivo en función de lo que indiquen los mercados de cada equipo. El 17 de julio sabremos si la liga le devuelve a esta élite de jugadores su status, o si por el contrario nos espera el que a buen seguro será el culebrón del verano en la NFL en forma de huelga si alguno no firma el tag. Como dijo Saquon hace unos días, «es tan sólo una cuestión de respeto, de eso va todo». Así de simple. Así de complejo.

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La enfermedad del yo

Cualquiera que tenga hijos (en plural) sabe que los niños tienen un concepto de igualdad muy claro a la par que comparativo, “si mi hermano consigue algo de papá o mamá, yo quiero como mínimo, lo mismo”. No es más ni menos que el deseo de sentirse igualmente valorado que su hermano por parte sus padres. Está en nuestra naturaleza humana. Otra cosa es si su hermano ha sacado mejores notas o ha recogido su habitación y él no, en cuyo caso puede llegar a comprender que el premio por hacerlo sea una contraprestación superior a la suya. Pero debe ser algo claro que su mente pueda medir con un patrón previamente establecido y asimilado. Todo lo que no sea eso, puede romper el equilibrio familiar, a todos los niveles, no sólo en la relación entre hermanos. De ese sentimiento de menosprecio se derivan muchos de los problemas de edades tempranas que trata la psicología infantil.

Esta semana, en ex Genenal Manager y analista NFL Michael Lombardi (@mlombardiNFL), comentó en su podcast GM Shuffle que los Giants podrían estar empezando a manifestar lo que se conoce como ‘la enfermedad del yo’, y que en caso de que el entrenador Brian Daboll no supiera manejarlo correctamente podría pasarles factura de una forma importante esta misma temporada. Lombardi se refería al trato diferente que están recibiendo Saquon Barkley y Dexter Lawrence respecto a Daniel Jones en lo referente a las negociaciones de sus nuevos contratos. Mientras que el quarterback ya recibió una más que lucrativa extensión de contrato, el running back y el defensive tackle aún se encuentran inmersos en sendas negociaciones con la suya.   

El concepto de la enfermedad del yo fue acuñado hace muchos años por el legendario entrenador de Los Ángeles Lakers y los Miami Heat, Pat Riley, quien hubo de lidiar en su carrera con multitud de estrellas del mundo del baloncesto. En su libro The winner within (el ganador por dentro) detalló hasta siete síntomas o señales de peligro que dejan entrever un problema de vestuario que podrían hacerlo añicos en cualquier si no se abordan a tiempo:

  • Inexperiencia a la hora de lidiar con el éxito repentino. Juzgar el éxito como propio en lugar de valorar el trabajo de los compañeros que te ayudaron.
  • Sensación crónica de infra valoración, por no tener el reconocimiento o atención por el éxito del equipo.
  • Paranoia de sentirse engañado respecto a la compensación que te pertenece. En lugar de celebrar el éxito, poner el foco en no estar recibiendo la parte que te corresponde como compensación financiera y en quién sí la está recibiendo en tu lugar.
  • Resentimiento contra la competencia de tus compañeros. En lugar de celebrar el talento de tus compañeros, recelar de sus habilidades.
  • Esfuerzo personal realizado únicamente para eclipsar a un compañero. Tu superación personal responde a vencer a tu compañero y no a tu rival.
  • Vacío de liderazgo resultante de la creación de grupos y rivalidades internas. En lugar de un líder que cohesione a todo el grupo, surgen varios clanes dentro del mismo que compiten internamente.
  • Sentimiento de frustración incluso cuando el equipo tiene éxito. No celebra el éxito colectivo a menos que obtenga notoriedad, compensación, crédito u oportunidades futuras adicionales.  

Lombardi comentó que ve señales de cada una de ellas en los Giants de esta offseason a consecuencia del contrato que estos le firmaron a Daniel Jones, y la masa social del equipo se le echó encima esgrimiendo que la relación entre el running back y el quarterback era inmejorable ya que habían estado entrenando junto con otros compañeros de equipo días atrás en Arizona de forma voluntaria. Qué cómo puede saber él cómo es el vestuario de los Giants por dentro.

La cuestión aquí va mucho más allá de la relación que puedan tener Saquon Barkley y Daniel Jones a día de hoy, incluso con Darius Slayton, quien también consiguió su contrato y ayudó a dejar al equipo con un ínfimo balance de $2M de espacio en su cap. Aún no se trata de ellos, sino de la relación que los jugadores sin firmar tienen con el equipo, con quien les trató de forma diferente ante un éxito colectivo repentino. Éxito del que podrían sentirse perfectamente más artífices Dexter Lawrence y Saquon Barkley respecto a Daniel Jones, a juzgar por las estadísticas de estos dos en sus posiciones respecto a las de Daniel Jones. A la par que por el protagonismo de estos dentro del esquema del equipo.

Según el ex jugador y analista de NFL Network y FOX Sports, Bucky Brooks (@BuckyBrooks), “el vestuario sabe si Daniel Jones es especial o no. El juego reconoce el juego, y cuando la franquicia sobre paga por un manager+, es difícil que los demás se conformen con un salario menor”. De la misma manera que dos hermanos nunca aceptarán ser tratados de forma diferente por aquel ante quien responden y de quien persiguen ser valorados iguales.  

Según Pat Riley, “la enfermedad del yo sólo se supera con el liderazgo de quien se sacrifica por el equipo, quien deja algo propio del presente para conseguir algo mayor en el futuro.” Hemos visto que Patrick Mahomes, Josh Allen y recientemente Jalen Hurts firmaron extensiones de contrato team friedly para permitir que sus equipos siguieran compitiendo. Sin embargo, Daniel Jones comenzó pidiendo $48M por temporada y terminó consiguiendo un contrato que le garantiza $41M durante cada una de las 2 próximas temporadas. Esto ha mermado considerablemente las posibilidades de alcanzar sus aspiraciones a quienes le han ayudado a conseguir el éxito que le posibilitó ese contrato. Y ha puesto en entredicho tanto el liderazgo de Daniel Jones como la cultura del equipo ante los ojos de otros que se consideran también una parte muy importante de ese éxito.

A raíz de las palabras de Joe Schoen en su rueda de prensa pre draft, las situaciones de Saquon y Dexter son bien diferentes. Por un lado, Saquon, quien rechazó sendas ofertas antes de la llegada de la agencia libre entre $12M y $13M por temporada, pero probablemente con un dinero garantizado muy inferior al que considera que debe optar, se ha visto relegado a jugar con el franchise tag ($10,1M) que sólo le garantiza la próxima temporada. El equipo ya ha dicho que está muy cómodo reteniéndole con la etiqueta, con la excusa de que el mercado de RB no ha sido el esperado. El problema subyacente de este asunto es que Daniel Jones nunca fue sometido al mercado, por lo que Saquon tiene todo el derecho a sentirse engañado. Los Giants debieron exponer a Daniel al escrutinio del mercado (o a valorarlo de acuerdo a él) si ahora querían validar ese formato para calcular las extensiones de otros jugadores del equipo.

Los $10M del franchise tag, en un running back que está probablemente ante el momento crucial para firmar el único gran contrato de su carrera, y después de una temporada de más de 1600 yardas y 10 touchdowns, son un claro menosprecio por parte del equipo cuando además de él, el vestuario y la fanbase probablemente sepan que sin él en el backfield Daniel Jones y los Giants no habrían logrado la temporada que hicieron.

Al no firmar el tag, Barkley está diciendo claramente que se siente infravalorado, que se considera tanto o más valioso que Daniel Jones y que se siente engañado porque los Giants le están negando una parte que él cree que le corresponde del dinero que sí ha conseguido el quarterback. Todos ellos son claros síntomas de la enfermedad del yo a la que aludía Lombardi, y que aún no tienen por qué traducirse en un cambio en el comportamiento frente a sus compañeros ni frente a Daniel Jones. Porque es el equipo quien le menosprecia ahora, y porque faltan aún 3 meses para negociar y conseguir su parte del pastel. Pero llegado el training camp, si Saquon se ve obligado a jugar bajo el tag, y con el riego de lesión que conlleva jugar en su posición (y más él con dos cirugías), no tardará en aflorar la sensación de pérdida de liderazgo de Daniel Jones ante los ojos de Barkley, sobre todo si el quarterback no juega de acuerdo a los $41M que cobrará. Y no es difícil imaginar las consecuencias que eso podría traer para el equipo.

En el caso de Dexter su dinero no está en peligro, pero sí la cultura que Daboll implantó la pasada temporada. El mensaje que le mandó a Dexter el contrato de Daniel Jones es que los líderes del equipo no debían hacer ningún sacrificio para beneficio del grupo, y que los Giants cogerían del futuro el dinero que hiciera falta para pagar a sus estrellas. Dinero que hará mucha falta para abrir una ventana de oportunidad si quieren ser contenders a corto plazo. Por el valor posicional de Joe Schoen considera, y que la liga ha empezado a valorar de forma especial, el defensive tackle con rush interior es ya una de las 6 posiciones premium de la NFL, y los recientes contratos de Daron Payne ($22.5M al año) y Jeffery Simmons ($23.5M al año) ya se habrán convertido a buen seguro en el suelo de la negociación de los agentes de Dexter y Schoen. Cada contrato que se firma en la posición, Dexter Lawrence le costará más caro a los Giants, lo que no habla muy bien del punto en que están los Giants en este asunto.

Es por ello, que en caso de que a cualquier jugador de Giants al que se le niegue el contrato que cree que merece, si permanece a disgusto en el equipo, no pasará mucho tiempo hasta que vuelva a mirarse a la cara con Daniel Jones en el vestuario y empiece a manifestar todos y cada uno de los síntomas de los que hablan Riley y Lombardi. Volverán a jugar juntos, e incluso puede que lo hagan de forma natural porque se siguen queriendo y necesitando para sus fines. Pero ese trato diferente, ese virus del yo, irá generando comportamientos tóxicos para el equipo. Desde no firmar el tag, hasta no arriesgar por miedo a lesionarse, a la espera de volver a buscar su gran contrato. Actitudes que hasta podrían replicarse en jugadores de posiciones de bajo valor para Schoen, o incluso en las estrellas del equipo, cuando vengan en busca de su gran contrato. No necesariamente será en forma de enfado o rabia, quizá con una competición contra el hermano beneficiado por quien les trató diferente, lo que inevitablemente viciará su relación y el ecosistema del grupo.

Teniendo en cuenta la toma acertada de Michael Lombardi, más premonitoria que precipitada, los Giants tienen muy difícil salir de esta situación. No bastarán palabras de aliento cuando la recompensa debe ser un contrato que te asegure la jubilación, porque una lesión en dos de las posiciones más crueles podría acelerarla al próximo snap. Los Giants deben pagar a ambos de tal manera que se sientan recompensados, a la par que deben acertar con Daniel Jones como el QB franquicia que juegue a la altura de su salario. O bien para convertirse en top de la liga en el futuro, o bien para ayudar de forma fehaciente a desarrollar al equipo antes de ser sustituido por el QB que lleve a los Giants a luchar por el campeonato.

A partir de ahí, los Giants deben tratar de sacar ventaja de futuros contratos de jugadores que quieran estar en un proyecto ganador con un liderazgo verificado, diapuestos a renunciar a dinero a cambio de un disparo por la Superbowl. Cualquier cosa que no sea esa hoja de ruta, está llamada a lastrar el crecimiento del equipo hasta que este pueda resetear la situación sacando el contrato de Daniel Jones de los libros, nunca antes de 2025. Porque el virus del yo infectará el vestuario como lo hace la injusticia de un padre tratando a sus hijos de forma diferente, algo que no pasa desapercibido sólo para el hijo damnificado sino también para el resto de la familia y que convierte el ambiente de la casa en irrespirable.